La sensibilidad dental, o hipersensibilidad dental, es un problema común a gran parte de los humanos. Haleon, uno de los mayores proveedores globales de productos para la salud bucal, determinó que el 64 % de los argentinos experimenta sensibilidad dental en algún momento de sus vidas, mientras que solo el 54% de quienes la padecen son conscientes de su condición. Se manifiesta como dolor agudo ante estímulos como el frío, el calor, o los alimentos dulces.
La sensibilidad dental puede deberse al desgaste del esmalte o a la exposición de las raíces. Pero, a veces, hay otros factores que causan sensibilidad: una caries, un diente agrietado o astillado, un empaste desgastado o una enfermedad de las encías, por ejemplo. El uso de blanqueadores dentales también puede derivar en sensibilidad dental.
El origen de este problema -de acuerdo con una investigación publicada en la prestigiosa revista científica Nature- podría haberse originado en un lugar aparentemente improbable: el tejido sensorial de los peces que nadaban en los océanos de la Tierra hace 465 millones de años.
Hace 465 millones de años, grandes depredadores como los calamares gigantes o los enormes escorpiones marinos, tenían un absoluto dominio por sobre sus presas, y estas desarrollaron nuevos métodos para protegerse. Entre las distintas estrategias, los primeros peces acorazados comenzaron a cubrir sus cuerpos con distintos materiales que les permitían resistir las temibles garras y picos de otras especies.
"Cuando piensas en un animal primitivo como este, nadando con una armadura, te imaginas que necesita sentir el mundo. Este era un ambiente depredador bastante intenso y ser capaz de sentir las propiedades del agua a su alrededor habría sido muy importante", dijo el autor principal del estudio, el Dr. Neil Shubin, de la Universidad de Chicago. "Entonces, aquí vemos que los invertebrados con armaduras como los cangrejos herradura también necesitan sentir el mundo, y resulta que encuentran la misma solución".
Al intentar determinar el origen de los dientes, una de las muchas posibilidades consideradas por los investigadores a lo largo de los años fue que los dientes pueden haber evolucionado a partir de protuberancias en los exoesqueletos blindados de los peces antiguos. Pero el verdadero propósito de esas estructuras, llamadas odontodos, no estaba claro. Pero ahora, un nuevo estudio realizado con escaneos 3D de fósiles han arrojado evidencia de que las protuberancias externas contenían dentina -una sustancia formada por minerales, colágeno, y otras proteínas que le confieren una dureza comparable al cobre y que forma parte de la capa interna del diente-, lo que probablemente ayudó a los peces a sentir su entorno.
Durante su análisis, el equipo descubrió similitudes entre los odontodos o dientes dérmicos, estructuras minerales que surgían de la piel o escamas de animales, como los como los tiburones y rayas; y las sensillas, que existen como órganos sensoriales en los caparazones de animales modernos como cangrejos y camarones, y se puede encontrar en artrópodos invertebrados fosilizados.
“El desarrollo de odontodos en peces (vertebrados), y sensilla en artrópodos (invertebrados), es un excelente ejemplo de convergencia evolutiva, cuando características similares evolucionan de forma independiente en diferentes grupos de animales”, afirmó la Dra. Yara Haridy, coautora del estudio.
Los primeros peces acorazados comenzaron a generar corazas de dentina, para poder trasmitir información del medio, una característica vital que consiguen gracias a los odontoides dérmicos. Las corazas de dentina tienen una serie de túbulos y canales que les ayudan a detectar variaciones en temperatura, presión y, también, dolor, para así indicarle al organismo que debería huir de esa situación.
Mientras nuestros dientes están cubiertos de esmalte duro, es la dentina la responsable de llevar la información sensorial a los nervios, la que reacciona a la presión de una mordida dura y al dolor, o cambios como frío extremo, la acidez o el dulzor. Esta trasmisión de la información sigue presente en la actualidad, y es lo que, si se dan ciertas circunstancias, puede provocar sensibilidad dental.
Con la evolución, un gran número de animales fueron especializando sus corazas y desarrollando los primeros dientes, para poder morder y machacar el alimento antes de engullirlo. Más adelante, algunos de estos animales desarrollaron una capa protectora para la dentina denominada esmalte dental, cuya dureza es comparable con el vidrio, y que la protege para evitar el desgaste con el tiempo. Debido al esmalte, la sensibilidad dental disminuyó considerablemente, y los animales pudieron comenzar a comer alimentos más duros.
Sin embargo, ese esmalte puede desgastarse, dejando al descubierto la dentina y por lo que los receptores de calor, presión, temperatura y dolor que en algún momento les sirvió a los peces prehistóricos para sentir el entorno, nos alertarán de ello mediante señales breves y dolorosas.
Para evitar las causas que producen la sensibilidad dental, se recomienda:
Si te molestan los dientes sensibles, visitá al dentista. Tu dentista puede identificar o descartar posibles causas de dolor dental.
Haridy, Y., Norris, S.C.P., Fabbri, M. et al. The origin of vertebrate teeth and evolution of sensory exoskeletons. Nature (2025).