Salmones en riesgo: los ansiolíticos vertidos en los ríos están alterando la migración más asombrosa del reino animal

Investigadores siguieron a cientos de salmones jóvenes en su viaje hacia el mar y descubrieron que los fármacos humanos presentes en el agua están modificando su comportamiento natural, con consecuencias ecológicas preocupantes.

Salmón
Jóvenes salmones inician su travesía hacia el mar, siguiendo un instinto milenario. Pero hoy, ese viaje ancestral se cruza con la huella farmacológica de la humanidad.

Cada primavera, cuando los días se alargan y el agua de los ríos comienza a templarse, miles de salmones juveniles emprenden uno de los viajes más extremos del mundo animal. Nacidos en agua dulce, estos peces —llamados smolts en esta etapa de su vida— se lanzan río abajo hacia el mar, donde pasarán años creciendo antes de volver, ya adultos, al mismo punto de partida para reproducirse y morir.

Pero ahora, en ese viaje épico que ha sido perfeccionado durante milenios por la evolución, los salmones enfrentan un enemigo inesperado: los fármacos humanos.

Un nuevo estudio publicado en Science y liderado por científicos de la Universidad Sueca de Ciencias Agrícolas (USCA) revela que los residuos de ansiolíticos y analgésicos vertidos en los ríos están afectando la conducta migratoria de estos peces, incluso cuando la sustancia se encuentra en bajas concentraciones.

contaminación
Los ríos ya no son solo cauces de agua dulce: también transportan trazas de nuestra medicina.

El hallazgo, además de fascinante, es preocupante: los medicamentos podrían estar alterando el delicado equilibrio ecológico que sostiene a esta especie y muchas otras.

Estudio de un viaje de alto riesgo

Para entender mejor cómo impactan los contaminantes farmacéuticos en los salmones, los investigadores realizaron un experimento de campo a gran escala en el río Dalälven, al este de Suecia.

Durante las temporadas de migración de 2020 y 2021, liberaron cientos de smolts equipados con microtransmisores y con implantes de liberación lenta que suministraban pequeñas dosis de clobazam (un ansiolítico), tramadol (un opioide), una combinación de ambos, o ningún fármaco (grupo de control).

Las dosis, aclararon los autores, replicaban las concentraciones halladas en ambientes acuáticos contaminados. “Sabíamos que estas sustancias tienen efectos documentados en humanos. Nos preguntamos qué pasaba cuando los peces estaban expuestos a ellas al mismo tiempo”, explicó a El País Jack Brand, primer autor del estudio.

salmones
Cada año, millones de salmones emprenden una migración épica. Pero algunos, expuestos a fármacos humanos, llegan al mar con comportamientos alterados y expuestos a riesgos mayores.

El seguimiento de los salmones mostró que los que recibieron clobazam eran más audaces: se lanzaban antes a cruzar presas, pasaban por turbinas peligrosas con menos demora y tenían, en general, una tasa de llegada al mar mayor que los no medicados. A primera vista, podría parecer una ventaja. Pero esa osadía no necesariamente es buena noticia.

“Cualquier cambio en el comportamiento natural puede desencadenar efectos colaterales no deseados”, advirtió Michael Bertram, autor sénior del estudio. “Un calendario migratorio alterado puede exponerlos a depredadores o hacer que lleguen al océano en condiciones inadecuadas.”

Ríos como farmacias alteran la percepción del riesgo

La investigación no se desarrolló en un entorno controlado, sino en condiciones reales. En su travesía, los smolts enfrentaron rápidos, turbinas y depredadores naturales como los lucios.

Solo una pequeña fracción logró llegar al Báltico, pero los datos revelaron una diferencia clave: el 15% de los salmones dopados con clobazam sobrevivieron, frente al 10% del grupo de control. En cambio, los expuestos a tramadol tuvieron una tasa de éxito mucho menor: apenas un 11% logró completar el viaje.

migración
Las presas hidroeléctricas son una de las múltiples barreras físicas que enfrentan los salmones. La química invisible en el agua es otra, invisible y compleja.

En un ensayo adicional de laboratorio, se comprobó que los salmones medicados se dispersaban más y perdían la cohesión del cardumen, una de sus principales defensas ante los depredadores. Aún con dosis muy bajas de clobazam, los peces se alejaban unos de otros, evidenciando cambios en su percepción del riesgo.

Estos resultados refuerzan lo que otros estudios venían señalando: que muchos ríos del mundo están cargados de residuos farmacéuticos —antidepresivos, calmantes, drogas ilícitas— que pueden alterar profundamente los ecosistemas acuáticos. Y lo hacen de forma silenciosa, casi imperceptible… hasta que alguien lo mide.

Una alerta ambiental

“Es una investigación crucial. Demuestra que los medicamentos pueden modificar tanto el comportamiento como la supervivencia del salmón en estado silvestre”, declaró a El País Eva Thorstad, experta en salmónidos del Instituto Noruego para la Investigación de la Naturaleza, que no participó del estudio pero destacó su solidez

Aunque el experimento se centró en el salmón atlántico (Salmo salar), las implicancias son más amplias. La exposición continua a contaminantes farmacéuticos podría estar afectando a decenas de especies de peces, en un proceso invisible que pone en jaque los ciclos naturales de reproducción, alimentación y migración.

Los ríos, cuna y camino de los salmones atlánticos, están cada vez más expuestos a la contaminación invisible de los fármacos humanos.

El viaje de los salmones hacia el mar es una coreografía ancestral de instinto, esfuerzo y transformación. Hoy, esa danza se ve afectada por compuestos diseñados para calmar las mentes de los humanos, pero que están dejando una huella química y ecológica en lugares que difíciles de imaginar.

Referencia de la noticia:

Pharmaceutical pollution influences river-to-sea migration in Atlantic salmon (Salmo salar).Science388,217-222(2025). Jack A. Brand et al.