Aralkum es un desierto, pero no hace mucho tiempo, en la década de 1960, era el cuarto lago más grande del mundo. En una de las mayores ilusiones de la mente humana, el desarrollo de aquellos años condujo al desastre: al querer regar grandes zonas de la región, las autoridades de la Unión Soviética llenaron de presas y embalses los ríos que alimentaban el mar de Aral.
Tuvieron que pasar algunas décadas para que las consecuencias se hicieran visibles, pero cuando eso ocurrió, ya era demasiado tarde para dar marcha atrás. El mar de Aral ha perdido casi el 90 % de su longitud y más del 93 % de su volumen, dejando atrás una tierra sin acumulación de sal. Ahora, un grupo de científicos ha descubierto que el antiguo fondo marino se está elevando, liberado de la masa de tanta agua.
Hace varios millones de años, la dinámica tectónica de placas desplazó las masas continentales hasta que el Paratetis, un vasto mar, quedó atrapado, dejando el mar Mediterráneo a un lado y los mares Negro, Caspio y Aral al este.
La extensión de esta última, algo menos de 68.500 km², se mantuvo inalterada durante unos 3 millones de años. Situado en una región desértica, donde apenas llovía, estaba alimentado por dos grandes ríos, el Amu Darya, al sur, y el Sir Darya, al noreste. Pero en las décadas de 1950 y 1960, durante la presidencia de Nikita Khrushchev y en un intento de multiplicar la producción de algodón y la energía hidroeléctrica, se construyeron varias presas y canales en ambos ríos.
Durante años no se registró ningún cambio en el nivel del mar, que alcanzó una profundidad máxima de 69 metros. Pero en la década de 1980, las imágenes satelitales no dejaron lugar a dudas: el Aral se estaba secando y se había dividido en dos, el Aral Norte y el Aral Sur. La coincidencia de las primeras señales de alerta con la caída y el desmembramiento de la Unión Soviética no ayudó en la búsqueda de soluciones. Considerado irrecuperable en su parte sur, la parte norte ahora se llama Mar de Aral Menor. El resto va subiendo.
El investigador habla de simulación, porque la cifra es una estimación basada en los siete milímetros por año que subió la Tierra entre 2016 y 2020, periodo del que tienen datos. En principio, la técnica más común para estimar los cambios en la superficie de la Tierra es la altimetría por satélite, que se basa en pulsos láser y mide su retorno.
Pero no hay muchos registros de esta parte de Asia Central, por lo que utilizaron lo que se llama InSAR, la misma técnica que el año pasado reveló que todas las principales ciudades chinas se están hundiendo.
Las imágenes InSAR que utilizaron son del satélite Sentinel-1, que forma parte del programa Copérnico de la Agencia Espacial Europea, y que ha estado tomando imágenes de todo el planeta, de polo a polo, durante más de una década. Pero sólo tenían datos de cuatro años, por lo que tuvieron que extrapolar ese lapso de tiempo a todo el período.
Las dos aplicaciones más comunes de la interferometría son el estudio del desplazamiento del terreno después de un terremoto o la deformación gradual de la corteza terrestre, como la que está ocurriendo en el Aral. En España, por ejemplo, se está utilizando para medir el hundimiento del terreno en la cuenca alta del río Guadalentín, en la región de Lorca, debido a la explotación de los acuíferos. En la zona de Aral lo que está ocurriendo es lo contrario, un repunte.
Según las imágenes InSAR, este abultamiento se produce decenas de kilómetros más allá de la antigua línea costera y no se limita al lecho marino. Los autores explican esto porque “la fuente de la elevación tiene un origen muy profundo, a unos 170 kilómetros de distancia”, dice Wang, de la Universidad de Pekín.
“Las rocas que fluyen hacia el área debajo del mar de Aral a tal profundidad están causando una elevación ampliamente distribuida más allá de su límite original”, añade. Así, las rocas bajo la corteza terrestre se estarían comportando como un líquido, más viscoso, pero fluido.
“La litosfera se mueve sobre la astenosfera, la parte superior del manto terrestre”, recuerda Juan I. Soto, geólogo de la Universidad de Granada y experto en lo que ocurre bajo la superficie terrestre. “Las rocas fluyen porque entre el 7 % y el 8 % de la astenosfera es, de hecho, un fluido viscoso”, añade este investigador, ajeno a los trabajos de Aral.
Esto provoca que la litosfera se hunda o ascienda según la carga que soporta, que podría ser el hielo de Groenlandia, los glaciares o, como en este caso, la masa de agua. Al liberarse de estas cargas, se produce una lenta recuperación isostática, afirma Soto. El año pasado, un artículo mostró que el derretimiento del hielo en Groenlandia está causando que la enorme isla se eleve y que esto está desacelerando la rotación de la Tierra.
Sin embargo, Soto tiene una objeción a los resultados obtenidos en Aral: si el origen de la deformación se sitúa a 170 kilómetros por debajo de la litosfera, “el rebote debería estar en una zona mucho más amplia, del orden de 1000 kilómetros”, yendo mucho más allá de la línea de costa. Por lo tanto, la comparación con los colchones viscoelásticos que vuelven a su forma original al levantarse de la cama no es del todo válida.
Roberto Tomás, profesor de la Universidad de Alicante, es experto en subsidencias, la otra cara de la moneda, cuando lo que ocurre es que el terreno se hunde. "Pero el hundimiento, como el de Pekín, se produce a una profundidad de 200 o 300 metros. El origen de este hundimiento llega hasta el manto terrestre", afirma sobre este trabajo.
También le impresiona la velocidad del ascenso. Los territorios escandinavos continúan elevándose, liberados del hielo y la nieve que tenían tras la última glaciación, que finalizó hace unos 12.000 años. “La carga de la masa de agua de Aral, de unos pocos metros de profundidad, no es tan grande como los kilómetros de hielo que tenía Escandinavia”, explica.
Los autores del estudio creen que el aumento se desacelerará. “El terreno continuará elevándose y deformándose durante décadas, pero a un ritmo decreciente”, afirma Sylvain Barbot, quien investiga la dinámica del sistema litosfera-astenosfera en la Universidad del Sur de California y uno de los coautores.
Wenzhi Fan, Teng Wang, Sylvain Barbot, Dong Fang, Jiangjun Ran & Heng Luo. Weak asthenosphere beneath the Eurasian interior inferred from Aral Sea desiccation. Nature Geoscience (2025).