Hace 10 años, un 15 de febrero del año 2013, la Tierra recibió el impacto del asteroide Chelyabinsk, catalogado como el meteoro más grande que golpeó a nuestro planeta en más de un siglo, de acuerdo con la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés).
La explosión fue equivalente a 500 kilotones de TNT (unas 35 veces la energía liberada por la bomba de Hiroshima). Informes posteriores revelaron que unas 1500 personas resultaron heridas por vidrios voladores y otros escombros, aunque no se informaron muertes.
Fue la primera vez que un evento de esta magnitud pudo ser seguido y estudiado en detalle gracias a la enorme cantidad de reportes obtenidos a través de cámaras disponibles en vehículos que circulaban esa mañana, incluso a distancias de varios cientos de kilómetros del punto de impacto.
Juan Luis Cano González, coordinador del Servicio de Información del Centro de Coordinación de Objetos Cercanos a la Tierra (NEOCC, por sus siglas en inglés) en la Agencia Espacial Europea, indicó en una columna de opinión en The Conversation que “el evento Cheliábinsk supuso un mayor grado de concienciación sobre la necesidad de emprender acciones que nos ayuden a proteger nuestras sociedades de la amenaza; una amenaza que, por otro lado, es de las pocas que se pueden prevenir.“
De acuerdo al especialista, “el riesgo NEO tiene muy poca probabilidad de ocurrir, pero sus consecuencias pueden ser devastadoras. Afortunadamente, también entra en la categoría de las amenazas previsibles (por desgracia esto no sucede con muchas otras, tal y como hemos visto recientemente con los terremotos de Turquía y Siria).“
La población NEO sigue una distribución exponencial. Esto significa que aunque hay pocos objetos muy grandes, los números aumentan muy rápidamente según reducimos el tamaño. En total, se estima que existen del orden de 900 objetos mayores de 1 kilómetro y unos 25 000 mayores de 140 metros. Cuando reducimos el tamaño a los 50 metros, se habla de entre 200.000 y 300.000 objetos, y si nos referimos a cuerpos como el que impactó sobre Cheliábinsk, se estiman entre los 5 y 10 millones.
Cano González afirma que “la buena noticia es que la humanidad ha conseguido detectar casi todos los objetos mayores de un kilómetro, que son los que podrían provocar desastres a nivel global. En el rango hasta los 140 metros, hemos encontrado alrededor del 40 %, y según seguimos bajando las cotas de descubrimiento se reducen mucho. A día de hoy conocemos un poco más de 31.000 NEO.“
Cano González destaca las diversas iniciativas tomadas en los últimos años para aumentar nuestro grado de protección: